11 04 2020
Pero eso no implica que dejemos de observar que no todo lo que el gobierno hace o genera, está en línea con el consenso general. O que creamos que las cosas que están siendo juzgadas solo de manera negativa.
Entonces, el primer punto sería el reconocer que esta pandemia nos ha echado en cara un increíble nivel de improvisación en todas las dirigencias. Nadie sabia para donde tomar o en qué dirección generar decisiones. Y es aquí donde aprendemos que ninguna crisis te prepara para la próxima. Y más aún si hablamos en términos comunicacionales. Son contados con los dedos de una mano, los especialistas que casi en soledad, como @marioriorda o @silvifontana, que sostenían y sostienen la necesidad de comenzar a generar contenidos profesionales y académicos respecto de como afrontar los procesos de comunicación de riesgos, para modificar hábitos sociales, o de comunicación de crisis, para generar certidumbre en procesos que no la tienen.
La realidad nos deja varias evidencias: primero se toman las decisiones y luego se tratan de comunicar, acomodando o tratando de acomodar la política al formato comunicacional. A veces no se piensa en los destinatarios de la comunicación o bien no se coordinan contenidos y narrativas, por lo que se generan, de manera habitual, una serie de errores no forzados, como la afirmación del concepto “ciberpatrullaje”, la salida de los jubilados y beneficiarios de la AUH el mismo día o los que se generaron por los sobreprecios en la compra de productos esenciales.
En segundo lugar, deberíamos considerar, que la gestión de la comunicación presidencial, ha ido de menor a mayor, mostrando un presidente cada día más cómodo en su rol como vocero principal y excluyente del gobierno. Soy consciente que solemos pensar todo en el formato “grieta” e incluso desde esa perspectiva, Alberto Fernández sale muy bien parado, sobre todo entre quienes votaron a Mauricio Macri en la ultima elección.
Pero el actual modelo comunicacional, tiene algunos aspectos que deberían ser fruto de mejoras continuas. Tomemos por ejemplo el mensaje del viernes santo. Desde la demora, que uno puede entender, hasta la forma en la que ubicaron al Ministro de Salud, son síntomas de cierta improvisación. En lo personal, creo que estamos entrando a nuevos territorios, en donde mas que nunca debemos salir de nuestra zona de confort académica, profesional para construir y pensar los nuevos paradigmas.
En tercero, debemos pensar que, en términos concretos, el mercado, el capitalismo, no esta funcionando a pleno. Hoy no podemos comprar o vender bienes y servicios como antes. Esto nos lleva de manera directa a la idea de la revalorización de lo público, como espacio de recuperación de nuestra sociedad, y además de un cambio de perspectiva notable: hasta no hace mucho tiempo atrás, hablábamos de la meritocracia macrista y hoy, ante el derrumbe del sistema capitalista, volvemos a conversar en torno a la solidaridad, como el eje principal de la recuperación.
Y en cuarto y final, debemos pensar en el día después. Incluso a pesar que quizás, ese día no esté tan cerca o que suceda tan pronto, si debemos comenzar a delinear algunos trazos de los principales temas de la recuperación, porque nada volverá a ser lo que era.
Debemos afrontar que millones de trabajadores informales van a tener una demora adicional para recuperar ingresos. La desigualdad que va a quedar instalada a nivel mundial tras la pandemia, quizás no reconozca igual en la historia reciente. Son esos trabajadores informales los que deberían estar recibiendo de forma privilegiada la ayuda del Estado. Las ciudades deberán repensarse casi sin espectáculos masivos, la industria del turismo, va a tener que adaptarse de manera brusca. Que decir del hambre de buena conectividad de internet. La actual infraestructura ha demostrado no cubrir adecuadamente la demanda de conectividad.
Incluso, en muchos países y ciudades, habrá que repensar el modelo de organización en base a empresas mas chicas y a industrias culturales locales.
Nos enfrentamos a una época de reorganización social que solo podría ser comparada con los cambios sociales e institucionales que se vivieron después de la segunda guerra mundial. La política tendrá muchísimo que acomodar y transformar en los meses y años que vienen.
Pero quizás el primer punto que debería ocupar nuestra atención es el manejo de las expectativas. Con la sociedad ansiosa de poder empezar su regreso a la “normalidad”, quizás sea hora de que la política a nivel local y global se ponga en el nivel de responsabilidad que corresponde y nos diga esas palabras que ninguno de nosotros quiere escuchar, pero puede que sea necesario que empecemos a aceptar: la “normalidad” tal y como la conocemos no va a regresar.